"Goethe o la metamorfosis de la luz", André Masson.
“Entréme donde no supe/ y quedéme no sabiendo/ toda ciencia
trascendiendo”. Esto fue lo que sentí
cuando terminé de leer este poemario, que es uno de esos libros que uno nunca
termina de leer porque lo leen a uno, lo sitúan en el espacio de la revelación,
donde fueron escritos. En esta época de trivialización de la palabra poética,
de ritual de desfiles de pavos reales sin apareamiento, de sucedáneos de
sabiduría que son el opio de nuestra civilización, la obra de Evelyn de Lezcano
es una revelación, una revelación como descubrimiento de su talento y una
revelación en cuanto a la gestación de los poemas desde el silencio interior,
el espacio vacío del que habla José Ángel Valente, previo al poema, el que lo
hace posible:
"FORMO
de tierra y de saliva un hueco, el único
que pudo al cabo contener la luz." (1)
de tierra y de saliva un hueco, el único
que pudo al cabo contener la luz." (1)
Hay un momento en que el hombre se da cuenta de que la
racionalidad le ha hecho perder la razón.
Heidegger habló de la necesidad de “reiterar la pregunta que interroga
por su sentido”, y no ha sido la razón aristotélica o cartesiana la que nos ha
salvado. El mundo no nos ha salido humano. Los poetas, los artistas, en la
vanguardia de la sensibilidad, han buscado desde entonces, desde Rimbaud, desde
Rilke, otro conocimiento. Se ha hablado de irracionalismo poético. Se podría
hablar de la irracionalidad de un mundo que ha confiado solo en la razón y que
los poetas intentan rescatar rompiendo esa jaula de la pantera de Rilke. El
irracionalismo poético, como dice Carlos Bousoño, no es una negación de lo
racional, sino una ampliación del horizonte de la razón incorporando a la vida
la emotividad y la imaginación perdidas. Continuando la interrogación de
Heidegger, la profesora Ilse Sasso Olivares dice de la poesía que es “una ruptura
con lo racional que plantea una forma de razón que permite un mecanismo de
aproximación al ser” (2). Evelyn de Lezcano comienza su poemario “Hombre” (el
título no es casualidad) con estos versos: “Algunos hombres/ a los que nadie
mira de frente/ atisban/los espacios que brotan entre dos espantos”. Este
libro, de lenguaje visionario, trata a su vez del tema de la visión poética,
esa visión que amplía lo racional y lo acerca a lo real, y del rechazo del
sistema hacia el visionario, el rechazo de lo arcaico y anquilosado de la
sociedad al progreso que viaja con las alas de la poesía o de cualquier forma
nueva del discurso.
El lenguaje irracional y visionario que utilizaron poetas
como Rilke, Leopoldo Mª o ahora Evelyn de Lezcano no es un juego, una nueva ocurrencia,
sino que responde a la necesidad de ruptura del discurso tradicional fracasado
creando un nuevo lenguaje que permita otra vez intentar aproximarnos a lo real,
a lo humano casi destruido. Son poetas que traen una nueva primavera al
lenguaje, una nueva oportunidad al hombre, una nueva reiteración de la pregunta
que interroga por su sentido. No traen un lenguaje binario, ese simple lenguaje
de opuestos basado en esa simple moral de los contrarios, del bien frente al
mal, de lo sagrado frente a lo sucio, de la locura frente a la sensatez. Traen
un lenguaje que integra los diferentes rostros del poliedro humano, por eso no
es casual que el libro se titule “Hombre”, ni que esté dedicado a Leopoldo
María Panero, que fue él mismo con su vida un símbolo de la integración de los
contrarios. Y así lo dice en uno de sus poemas Evelyn de Lezcano:
“Querido, ángel carnívoro,/ buscas el regreso al lugar de las flores./ En
el cráneo, /como en un yunque frenético,/ te golpean las piedras de los
fantasmas,/ pero tú, mago de las distancias,/tomas, escudo entre las manos,/
todos los minerales de la tierra/ y con el libro secreto de la alquimia,/
grabado en tu memoria, vas recitando /el conjuro/ que ciegue a quienes piensan/
que la locura/ transita en el extremo opuesto a la sensatez.”
En este poemario se supera la lógica. Se superan los límites
espacio-temporales: “estabas cruzando hacia otra costa donde tu voz había
partido antes/ Hablaste siempre desde allí”; “te contemplo,/ Hombre,/ a través
del gran ventanal que nos separa de la vida,/ donde revelas/ que siempre me
adivinaste,/ con el dolor resignado en tu boca,/ Sibila del templo destruido”. Hay también una nueva interpretación de los
significantes cotidianos, personas u objetos que se convierten en símbolos de
otra realidad: un hombre en blanco y negro, una marquesina de la guagua,
adquieren un significado nuevo que es ese significado de las cosas que
necesitamos descubrir a través de la visión poética del mundo. Esta poesía
amplía también su léxico, desobedece el lenguaje impuesto. En palabras de Túa Blesa (3), estos versos
son “llamaradas contra una moral que silencia realidades, aunque no por ello
dejen de existir. Y, aunque así no fuera, que establece todo un dispositivo de
cortapisas que legisla lo decible y lo indecible, lo que la imaginación puede
recorrer y aquello otro que se le veda”. Para mantener, como dice Evelyn de
Lezcano, esta “limpia ciudad que excreta residuos/ por miles de sumideros
camuflados”.
El lenguaje de “Hombre” reinterpreta los significantes cotidianos y los
enriquece con un valor simbólico, integrando también en su universo personajes
míticos (Ananké, Laocoonte), elementos de la magia (arcanos del Tarot) y de la
alquimia. Porque realmente la voz de esta poeta es un laboratorio alquímico donde
a veces se puede ver el brillo de la piedra filosofal, y el propio libro parece
respirar, invadiéndonos con su latido poderoso. Esta poesía está viva, plena de
imágenes visionarias que apelan a nuestros sentidos y a nuestra imaginación, “y
es que el referente poético por excelencia es la imaginación del lector: jugar
con ella como el cazador con las fieras, aturdirla, chocarla, perseguirla,
cautivarla” (4), dijo Panero en uno de sus ensayos. El ritmo de los versos
acompaña la intensidad de los sentimientos, el amor, el dolor, la rabia, la
rebeldía ante los límites impuestos. Es una poesía directa, que interpela al
lector, ausente o presente, una poesía escrita en primera y segunda persona; la
autora no se escabulle, sino que da la cara y nos conmueve con palabras hondas que nacen de su percepción
tan profunda del ser.
Una poesía visionaria, en la línea de Baudelaire, Rilke o Panero. Pero no
se suicidan, no se arrojan al vacío los ángeles de Evelyn, su vuelo es
ascensional, y en él se unen el amor, el dolor y la muerte, como en estos
versos de su poemario, que he elegido para terminar:
“Te quiero mucho,
“Te quiero mucho,
más que a los gusanos que me devoran.
Ven, bésame en los labios.
Dame tu mano. Vamos a esperar juntos
aquí, postrados. En la sacristía
siempre hay un hueco para gente como nosotros”.
Mª José Vidal Prado
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(1) José Ángel Valente, Al dios del lugar.
(2)Ilse Sasso Olivares, “El sentido
filosófico de la comunicación poética”.
(3) Túa Blesa, prólogo a Leopoldo
María Panero, Poesía Completa
(1970-2000), Ed. Visor.
(4) Leopoldo Mª Panero, prefacio de El último hombre.
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