miércoles, 10 de septiembre de 2014

Respuesta a un agente de tráfico.

 
Señor agente, yo venía de la belleza crepuscular, venía conduciendo sobre el delirio de las nubes, yo venía acompañada, sí, por Johan Sebastian Bach y por un hombre invisible que me habita y no sé ni siquiera si es un hombre o es la memoria de las algas. Venía de derramarme en su mar. Ni siquiera venía conduciendo, yo venía flotando, y esa droga, señor, usted no la conoce.
Así que lo lamento, señores de la policía, no lo mío sino lo de ustedes, y esta denuncia, esta denuncia es una flor entre mis manos.
Ustedes, sí, sentían a alguien más, pero cómo explicarles que los dragones vuelan y giran las espadas en su fuego, o era la cueva de Alí-Babá, o eran las palabras mágicas, y ustedes nunca, nunca podrán entrar allí, ustedes que ven gente asomada a las ventanas y ven las ventanas y ven la plaza y no ven estas flores que le nacen a la noche. Y qué son esas voces, esas sombras. Se asustaron, agentes, al paso de los dioses.
Y yo, que no siendo yo soy más que yo, no tengo miedo, ni lástima, porque nada de eso se siente cuando ya se ha cruzado la puerta.